Auscultemos el Corazón Purísimo de la Inmaculada

María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón. (Lc 2,19)

Mes de junio, mes de los Corazones de Jesús y María

          Durante cada mes de junio, la Iglesia nos ofrece en la liturgia la Solemnidad del Corazón de Jesús y, estrechamente unida a esta celebración, el sábado siguiente, la fiesta del Inmaculado Corazón de María. Este año prácticamente las celebraremos al comienzo del mes: el 7 y el 8 de junio. Ambas celebraciones tienen un sólido fundamento en la Revelación y en la Tradición de la Iglesia, pero de forma más inmediata, son una respuesta a los respectivos pedidos de Nuestro Señor (Paray-le-Monial, 1673-1675) y de su Santísima Virgen María (Fátima, 1917)[1].

          Pues bien, en esos días señalados, la propia liturgia nos muestra la esencia de los corazones de Jesús y de María. En el Prefacio de la Misa del Sagrado Corazón, la Iglesia nos invita a acercarnos al Corazón abierto del Salvador, de cuya herida abierta brotaron, como de una fuente de aguas vivas, los sacramentos de la Iglesia. En cambio, el V Prefacio de la Santísima Virgen María (María, modelo y madre de la Iglesia), nos recuerda que Ella, al aceptar la Palabra “con su corazón inmaculado, mereció concebirla en su seno virginal y al dar a luz a su propio Creador preparó el nacimiento de la Iglesia”. Precisamente, desde la Cruz, la Madre del Redentor recibe, a modo de testamento eterno, en su Corazón purísimo, atravesado por un dolor indecible, la exclusiva de la misericordia que estalló desde el costado de su Hijo. Allí, en su corazón sin mancha, el primer fruto de la Redención, recreado a su medida por el Espíritu Santo, la Madre de Dios se convierte en Madre de los hombres y en Madre de la Iglesia.

          En el comentario publicado el 26 de junio del año 2000 sobre el Mensaje de Fátima, la Congregación para la Doctrina de la Fe explicaba que, en el lenguaje de la Biblia, «corazón» significa “el centro de la existencia humana, la confluencia de razón, voluntad, temperamento y sensibilidad, en la cual la persona encuentra su unidad y su orientación interior”. Por tanto, aclara la citada Congregación, el «corazón inmaculado» es, según Mt 5, 8, “un corazón que a partir de Dios ha alcanzado una perfecta unidad interior y, por lo tanto, «ve a Dios». La «devoción» al Corazón Inmaculado de María es, pues, un acercarse a esta actitud del corazón, en la cual el «fiat» —hágase tu voluntad— se convierte en el centro animador de toda la existencia”.

          Por tanto, la misma Providencia ha ido poniendo de manifiesto, de forma creciente en la conciencia histórica de la Iglesia, la importancia de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María para reavivar la caridad de los cristianos, cuando esta caridad se había ido enfriando en los últimos siglos, y así lo ha reconocido la Iglesia en su magisterio más autorizado, especialmente a partir del siglo XX. En efecto, sabemos que esta devoción supone la consagración, la reparación, tanto a nivel personal como social… pero, ¿cómo podemos aprender a vivir los elementos esenciales de esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús y al Inmaculado Corazón de María? Como San Francisco de Asís, que fue presentado a santa Margarita María Alacoque por el mismo Señor como modelo y guía de identificación con su Corazón Sacratísimo; en esta ocasión nos dejaremos acompañar por san Maximiliano, quien pudo auscultar, conocer y representar, fiel y vivencialmente, los apasionados y discretos latidos redentores del corazón de María, que se quebró, como en un parto, por nosotros bajo la Cruz.

          En 1934, en un artículo escrito desde Mugenzai no Sono, san Maximiliano evoca aquel momento fundante del 16 de octubre de 1917, cuando en una celda, cerrada con llave, pero con el permiso del Rector, P. Stefano Ignudi, “en el Colegio Internacional de Roma, siete jóvenes clérigos, vestidos con el hábito y el cordón franciscano, examinaron los puntos del primer estatuto de la Milicia de la Inmaculada. Por encima de ellos, entre dos velas encendidas, había una pequeña estatua de la Inmaculada”. Sin embargo, san Maximiliano continúa recordando aquella reunión de hacía diecisiete años, “cuando reunió a esos jóvenes e inexpertos religiosos, la Inmaculada ya sabía que, ese año, estrecharía a dos de ellos[2] a su Corazón Inmaculado y materno, en el paraíso; que no mucho después también un tercero[3] se encaminaría tras aquellos dos; que los demás se esparcirían por el mundo[4]” (EK 1277) y que a éstos se les unirían otros muchos… millones, entre ellos, el que estas líneas escribe y el que las lee. La Inmaculada ya sabía… que nos estrechará a su Corazón Inmaculado. Ya lo hace ahora, pero ¿cómo será el abrazo que nos dará cuando lleguemos al paraíso? 

          Toda la vida de san Maximiliano será una consagración ilimitada al Sagrado Corazón de Jesús por medio de María Inmaculada: se trata de una oblación, un holocausto sacerdotal y virginal de amor, pro amorem usque ad victimam, como escribió en el lema de su primera misa en la Capilla de la Aparición de la Virgen del Milagro en Sant’Andrea delle Fratte el 29 de abril de 1918. Un amor desbordante, que le enciende de celo por las almas: misión y martirio, para que el Amor sea amado. Al mismo tiempo, oración, sacrificio, penitencia – en esencia, reparación, aunque parece que use poco esta última expresión. La primacía es de la gracia: confianza absoluta en la bondad de una Madre, ya que la acción es de Ella.

En un artículo publicado en el Rycerz Niepokalanej con ocasión de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción en diciembre de 1938, se preguntaba san Maximiliano, a modo de examen de conciencia, si el amor de Jesús nos atrae hacia la Cruz y nos estimula devolverle un amor dispuesto al sacrificio, con el sufrimiento aceptado por Él. “Si la respuesta es afirmativa -se responde- demos gracias de corazón a la Inmaculada por las gracias que Ella ha impetrado del Smo. Corazón de Jesús y ha derramado sobre nosotros”. Sin embargo, si no vemos grandes progresos en el amor divino, se plantea nuestro santo, “pidamos sinceramente perdón a la Inmaculada por no haber aprovechado sus gracias lo suficiente; roguémosle que pida perdón al Salvador, que ofrezca la justa satisfacción al Smo. Corazón de Jesús y que transforme nuestra negligencia, nuestra ingratitud en un bien aún mayor, de manera que hasta las caídas se conviertan para nosotros en otros tantos escalones hacia una perfección más alta” (EK 1233).        

          En suma, en la escuela del Corazón Inmaculado de María aprenderemos la santidad: adherir nuestra voluntad de forma cada vez más dócil a la voluntad de Dios, en actitud de obediencia de fe, como lo hizo María y como, tras Ella, nos enseña san Maximiliano. En ese Corazón sin mancha descubrimos la obra del Espíritu Santo, con la admirable eficacia de sus dones y carismas, a partir del sustrato fértil de la humildad y de la escucha orante. En ese Corazón transparente vemos como late la plenitud de la gracia, que no se encierra, sino que se entrega decididamente y genera vida: “María se levantó y marchó deprisa a la montaña” (Lc 1,39). Un Corazón traspasado por siete espadas, pero que se mantiene fuerte y firme en Dios, su Señor.        

          Ha terminado el mes de mayo, el mes de las flores, el mes de María. En junio, sin embargo, tenemos la oportunidad de empatizar un poco más con ese Corazón tan amoroso y agradecido de nuestra Madre. Podemos quitar cada día una espina de la corona de espinas de Jesús. Haciéndolo, estaremos quitando una espina del Corazón de María, estaremos reparando. Cada día, una espina quitada, una espina ofrecida: un pequeño sacrificio, una oración, una limosna, un suspiro, un silencio o una palabra… Ocasiones no faltarán. Para afinar el espíritu, la disponibilidad y nuestra sensibilidad, podemos rezarle a María esta oración de santa Teresa de Calcuta:

 

María, Madre de Jesús,
dame un corazón como el tuyo,
tan hermoso, tan puro, tan inmaculado,
tan lleno de amor y humildad,
para que yo pueda recibir a Jesús en el Pan de la Vida,
amarle como tú le amaste
y servirle en las horas de aflicción
de los más pobres entre los pobres

 

  1. Anexo: Amar a Jesús con el Corazón de la Inmaculada. Amar a la Inmaculada con nuestro corazón. 

Ofrecemos, a continuación, una selección de extractos de conferencias y charlas de san Maximiliano, transmitidas oralmente a sus frailes en Niepokalanów, que fueron recopiladas por estos[5] y que tratan de las relaciones de los Corazones de Jesús y María entre ellos, así como la respuesta de nuestros propios corazones hacia el amor que recibimos de ellos.

“Para nosotros, miembros de la Milicia de la Inmaculada, el único aliciente para trabajar debería ser el amor al Sagrado Corazón de Jesús. ¿Qué es, qué significa el Sagrado Corazón de Jesús? Todos lo sabemos bien, pero vale la pena recordarlo. Todos sabemos que el corazón percibe los sentimientos de otro corazón por el amor, y el corazón palpita más rápidamente, cuando está bajo la impresión de otro amor. Y por eso, el corazón es un símbolo del amor. Sin embargo, la esencia del amor está en la voluntad; aunque no hubiera ningún sentimiento, el corazón siempre será el símbolo del amor. También es símbolo del Amor, el Sagrado Corazón de Jesús. En él, conocemos el amor de Jesús. Todo se da a conocer por los efectos. Y Jesús dijo así: «todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol dañado, da frutos malos» (ver Mt, 17-20). El amor del Corazón de Jesús lo conocemos por sus diversos actos de amor. Todo lo que nos rodea, en el exterior y en el interior, está lleno de Dios y de su Amor. El Santísimo Sacramento es fruto del amor de Jesús. Toda la vida de Jesús y toda su actividad es amor de su Sagrado Corazón. El alma que ve todas esas manifestaciones de amor, también querría pagar amor con amor, pero por experiencia sabemos lo débiles que somos. Y es aquí donde se manifiesta el amor del Corazón de Dios que nos ofrece a su propia Madre para que podamos amarle a Él con el corazón de Ella. No ya con nuestro miserable corazón, sino con su Corazón Inmaculado. El amor de la Inmaculada es el amor más perfecto con el que una criatura puede amar a su Dios. Así pues, tratemos de amar cada vez más con el Corazón de María, el Corazón de Jesús, y que eso sea nuestro mayor incentivo. No sólo debéis tratar de conquistar muchas almas para Ella, sino también conseguir a través de Ella que el mayor número posible de almas se funda con el dulcísimo Corazón de Jesús. Primero hay que conquistar de esa manera el propio corazón y, después, otros corazones. ¡Que ése sea nuestro mayor estímulo!           

Niepokalanów, domingo 28.VI.1936, en la ceremonia de homenaje al Sagrado Corazón de Jesús (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“Si nosotros queremos amar al Señor Jesús con el Corazón de la Inmaculada, acogerle con su Corazón, adorarle, glorificarle con sus actos, recompensarle y darle gracias, entonces, aunque no lo sintamos ni lo comprendamos del todo, eso es así; con el Corazón de la Inmaculada, con sus actos glorificamos al Señor Jesús, lo que quiere decir que Ella ama y glorifica al Señor Jesús sirviéndose de nosotros. Nosotros somos instrumentos”.

Niepokalanów, domingo 5.VII.1936, a los frailes que trabajaban en el Caballero de la Inmaculada (Apuntes del hermano Witalian Milosz)

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“El hombre no puede ser feliz con la posesión de esas cosas, porque se trata de cosas que tienen principio y fin, que tienen sus límites, mientras que el corazón humano desea algo infinito; es tan grande que las cosas limitadas no pueden llenarlo. San Agustín lo experimentó personalmente y dijo: «Nos hiciste, Señor, para ti; y nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti». Así pues, solamente Dios Infinito es capaz de llenar nuestro corazón, nadie más. Y por mucho que nos parezca haber encontrado la supuesta felicidad en las cosas externas, es una felicidad demasiado superficial y poco duradera”.

Niepokalanów, domingo 18.IV.1937, durante la Santa Misa, después del Evangelio en la capilla de los frailes (apuntes del hermano Lukasz Kuzba).

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“Si nuestra alma se dirige frecuentemente a la Inmaculada, veremos como rápidamente se debilitarán en seguida otros apegos. Y cuando se actúe de esa manera, la Inmaculada se hará plenamente dueña de nuestro corazón. Entonces el alma amará al prójimo (a los hermanos) con el corazón de la Inmaculada y se esforzará para que otros también se entreguen a Ella, con el fin de que otros alcancen igualmente la felicidad de la que nuestra alma ya goza. Ese será un amor sobrenatural, santo y angelical, un amor como el que reina en el cielo. En este mundo ya estamos en el pórtico del cielo. Ese amor en Dios y en la Inmaculada no se interrumpe después de la muerte”.

Niepokalanów, domingo 4.VII.1937 (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“El espíritu de la oración dirigida a la Madre Santísima deberá acompañarnos siempre y Ella misma nos enseñará mejor que todos los libros y maestros. Nos enseñará a amarlo como Ella lo ama. Esa es la cumbre de nuestra aspiración: que Ella ame a Jesús con nuestro corazón”.

Niepokalanów, viernes 3.IX.1937, a los frailes en retiro, antes de la profesión solemne (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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 “Todo se concentra en el amor de Dios. Y ahora, ¿quién amó más a Jesús pobre, crucificado, en el pesebre, si no fue la Madre Santísima? Ninguno de los hombres o de los ángeles amaron tanto como Ella a Jesús. Nosotros queremos amar al Señor Jesús con el corazón de Ella, o mejor aún, que sea Ella misma quien ame con nuestros corazones a Jesús. Sencillamente, que el amor por Jesús sea el amor de la Inmaculada. Para que así sea, tenemos que ser de Ella de manera total, absoluta, desde todos los puntos de vista debemos ser de Ella. Ese es nuestro trabajo”.

Niepokalanów, sábado 4.IX.1937, a los frailes en retiro antes da la profesión solemne (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“En todas las familias las madres visten, lavan, educan e instruyen a sus hijos y, en general, éstos se forman junto al corazón de su madre. Lo mismo sucede en el convento. Especialmente aquí, Dios pudo llegar al mundo como hombre maduro, pero no lo hizo porque quería que la Madre Santísima lo formase y contribuyese a su desarrollo. Sencillamente: quiso que Ella le diese todo y que Él todo lo recibiese de Ella. Y ese es, sencillamente, el camino que nosotros tenemos que recorrer si queremos parecernos a Ella, si queremos ser como Ella: perfectos y deificados. La cumbre de todo ello es el Dios-Hombre. Es necesario que Ella nos eduque, hay que dejar que Ella nos forme, que Ella nos modele de una manera perfecta, como se le antoje. Esa es toda la filosofía de La ciudad de la Inmaculada, toda la esencia de la MI: entregarnos de manera ilimitada a la Inmaculada”.

Niepokalanów, sábado 29.III.1938, a los hermanos profesos solemnes (apuntes de un fraile de Niepokalanów, de nombre no identificado).

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“Hoy es sábado, día de la Inmaculada. No hay criatura que esté tan impregnada de amor como Ella. Esa es la cumbre práctica y no teórica del amor a Dios. Es una cumbre tan elevada que incluso se habla de la Esposa del Espíritu Santo. La palabra esposa, en su sentido terrenal, apenas refleja lo que realmente quiere decir. Se trata de un amor creado en las cumbres más altas. De ahí que nosotros adoremos al Sagrado Corazón de Jesús, ya que se trata de un símbolo del amor. También veneramos el Corazón de la Inmaculada, porque Ella fue el amor creado más encumbrado. Allí [en el Cielo] se produce el retorno de la criatura al Creador. La Inmaculada está en la cumbre de todo lo creado. Nos acercaremos en mayor medida al amor divino, cuando nos asemejemos plenamente al Corazón de la Inmaculada, cuanto más seamos de Ella. Hoy, sábado, tratemos de rendir tributo al Inmaculado Corazón de la Madre de Dios”.

Niepokalanów, sábado 17.VI.1939 (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“Ella es la Reina de los corazones”.

Niepokalanów, sábado 27.IV.1940 (notas del hermano Witalian Milosz).

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“El pecado mayor es el pecado de soberbia. Y el Señor Jesús dijo: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11, 29). Para asegurarnos una gran abundancia de gracias debemos ser humildes y ser conscientes de que no somos nada por nosotros mismos. Dios creó el mundo entero de la nada; es una obra de Dios. Todas las buenas obras vienen de Dios. Son Sus propios dones que Él corona en el cielo. Todo cuanto somos nos viene de Dios; todo cuanto podemos lo podemos por Dios; todo cuanto hacemos lo hacemos de Dios”.
 

Niepokalanów, martes 30.IV.1940 (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“Recordemos que el hombre debe amar con el corazón. Si no ama a Dios en su corazón, el lugar que Dios ocuparía en su corazón será ocupado por las criaturas. Y es imposible que se pueda dar un poco a Dios y otro poco a las criaturas. En ese sentido hay que ser radicales, porque, cuanto más se potencia el amor de Dios, más se debilitan los vínculos con las criaturas, y al contrario”.

Niepokalanów, viernes 23.VIII.1940, en el capítulo de las culpas (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“Es un inválido el religioso que no entrega todo su corazón a Dios, porque sin el amor de Dios y del prójimo no es ni religioso ni laico”.

Niepokalanów, domingo 1.IX.1940, durante el discurso (apuntes del hermano Wawrzyniec Podwapinski).

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“El corazón es el símbolo del amor. Para entender mejor qué significa eso tenemos que reflexionar sobre cuáles son las pruebas de amor que nos dio Jesús”.

Niepokalanów, sábado 25.I.1941 (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“Jesús recomienda estar atentos, porque en caso contrario se acumula la inmundicia (véase: Mc 13, 33). Necesitamos estar atentos, si queremos que el corazón se mantenga puro. Esa vigilancia ha de ser continua, aunque también sosegada, para que advierta todos los movimientos del corazón. Esos movimientos pueden ser buenos o malos, interiores y exteriores. Se deben discernir. Normalmente, las inspiraciones de Dios son una gracia silenciosa, que no se impone. Por ejemplo, la Madre de Dios preguntó a Bernadette si no le iba a ser muy difícil ir de rodillas y comer hierba. Ella quiere que el alma sirva por amor y no por miedo. Si el corazón está sordo, la gracia desaparece”.

La ciudad de la Inmaculada, 13.II.1941 (apuntes del hermano Witalian Milosz).

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“El apego al pecado, por pequeño que sea, es una dificultad para el amor. Nada conseguiremos si no decidimos expulsar los defectos del corazón”.

Niepokalanów, sábado 15.II.1941 (apuntes del hermano Witalian Milosz).

 

Notas de referencia:

[1] Días antes de la fundación de la Milicia de la Inmaculada, el 13 de octubre de 1917, en Fátima, María les comunicaba a los pastorcitos: “Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hicieran lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra va a acabar”. Y añadió: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”.

[2] El rumano P. Antonio Glowinski y el italiano Fr. Antonio Mansi.

[3] El italiano P. Girolamo Biasi.

[4] El mismo san Maximiliano, polaco, y los otros fundadores de la Milicia de la Inmaculada: P. Pedro Pal, rumano, el P. Enrique Granata y el P. Quirico Pignalberi, italianos.

[5] Aún inéditas en lengua española. Naturalmente, las Conferencias de san Maximiliano aparecieron publicadas inicialmente en polaco en los años setenta del siglo pasado, con la redacción del P. Jan Antoni Książek OFM Conv. y de Fr. Władysław Kornel Kaczmarek OFM Conv., así como con la dirección del P. Joachim Roman Bar OFM Conv. (el “imprimatur” es del P. Mariusz Paczóski OFM Conv., Provincial, de 4.10.1972, Prot. 706/72) y se han reeditado periódicamente por los franciscanos de Niepokalanów (véase, por ejemplo, la sexta edición de 2018, Wydawnictwo Ojców Franciszkanów). En italiano, el volumen tercero de las Fonti Kolbiane, editado por el P. Raffaele Di Muro OFM Conv., el P. Emil Kumka OFM Conv., el P. Tomasz Szymczak OFM Conv. y publicado en 2023 en Padova por Messaggero di Sant’Antonio, incluye la traducción definitiva de las conferencias de san Maximiliano, cuya traducción inicial fue a cargo del P. Cristoforo Zambelli. También en 2023 se ha lanzado la edición alemana de las Conferencias del P. Kolbe, bajo el título Impulse des hl. Maximilian M. Kolbe (fe-Medienverlag, Kißlegg).

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